Tesla: el hombre al que le robaron la luz
Cada
día, al encender la luz, silenciosamente homenajeamos a Nikola Tesla,
uno de los inventores más peculiares de la historia, un hombre extravagante de
casi 2 metros de altura, porte de cigüeña y voz aguda nacido en la medianoche
del 9 al 10 de julio de 1856 en el pueblecito de Smiljan, situado en la actual
Croacia y entonces perteneciente al Imperio Austro-Húngaro.
Un
lugar tan recóndito que, años más tarde, su colega y rival Thomas Edison
llegó a preguntarle "si había comido alguna vez carne humana", según
cuenta Margaret Cheney en la biografía Tesla, el genio al que le robaron la
luz.
Para este
individuo singular, "el progreso del hombre depende vitalmente de la
invención. Es el producto más importante de su cerebro creativo". Así lo
dice en su autobiografía Mis inventos, publicada en español dentro del
volumen Yo y la energía. Tesla era un enamorado de la electricidad y
el magnetismo, y dedicó su vida a crear innovaciones en esos campos. La
comunidad científica reconoció sus aportaciones al bautizar la unidad de
intensidad de campo magnético con su apellido.
Polifacético, excéntrico y genial, Nikola Tesla
(Smiljan, Croacia, 1856 - Nueva York, EE UU, 1943), fue el gran mago de la
electricidad y la luz.
Por eso ahora os transcribo algo de su biografía:
Nikola Tesla es, para muchos, el más grande inventor del siglo pasado. Gracias a él,
la electricidad llega hoy a millones de hogares en todo el mundo. ¿Pero por qué
su nombre ha caído en el olvido? ¿Y qué tuvo que ver en ello Thomas
Alva Edison, su gran rival?
Llegó a Nueva York el año en que «nació» la Estatua de la Libertad,
1884. Armado con su impecable elegancia parisina y la cabeza llena de ideas,
llevaba una carta de recomendación: «Conozco a dos grandes hombres, y usted es
uno de ellos. El otro es el joven portador de esta carta». El destinatario de
la misiva era un ya célebre Thomas Alva Edison, el padre de la bombilla?? (y el
fonógrafo, y el altavoz, y el micrófono del teléfono, y…). El otro «gran
hombre» era Nikola Tesla, un joven serbio
desconocido, nacido en 1856 en Smilijan, entonces parte del imperio
austrohúngaro e integrado en la actual Croacia. Tesla venía de trabajar en la
sede parisina de la Continental Edison, la compañía del inventor
norteamericano. Lo mandaba Charles Batchelor, su
antiguo jefe europeo.
Según llegó a Nueva York, Tesla preguntó dónde estaban las oficinas de
Edison. Y allí fue, a hablar con su futuro jefe: salió del despacho con un
puesto de trabajo. Pero entre ambos no hubo una gran sintonía. Y poco después la animadversión acabaría en conflicto abierto.
Edison defendía un modelo de negocio eléctrico basado en la corriente continua.
Y había convencido ya a algunos inversores, aunque aún a una escala muy
reducida: su sistema de distribución eléctrica, el primero en el mundo, arrancó
en 1882 con 110 voltios de corriente continua y 59 clientes en Manhattan.
Tesla, en cambio, creía en un modelo basado en la
corriente alterna. La pugna entre ambos pasó a la historia como «la
guerra de las corrientes». Ganó Tesla con su modelo, mucho
más eficiente. Gracias a él apretar hoy un
interruptor ilumina nuestras casas. Pese a que la memoria histórica
ha sido más benévola con otros inventores (Edison, Hertz,
Volta...), el mundo debe mucho al enigmático Nikola Tesla.
Gran ingeniero y con una memoria notable –heredada, según él, de su
madre: analfabeta pero capaz de recitar poemas épicos serbios que ella nunca
pudo leer–, Tesla poseía además una infinita capacidad de
trabajo: le bastaba con dormir dos horas al día y, si el trabajo lo
requería, podía estar 80 horas sin pegar ojo. «No hay emoción más intensa para
un inventor que ver una de sus creaciones funcionando –decía–. Esa emoción hace
que uno se olvide de comer, de dormir, de todo». A ese ritmo se empeñó en
resolver el primer gran reto que Edison le puso, a solo un año de su llegada:
rediseñar sus generadores de corriente continua. Si lo lograba, recibiría
50.000 dólares. Pero cuando se dirigió a su jefe para exigir su paga, Edison
sonrió: «Ay, ¡qué poco ha aprendido usted del humor americano!». Despechado,
Tesla abandonó la compañía sin aceptar el aumento de sueldo que se le ofrecía.
Poco después, Tesla encontró a su gran aliado en el «conflicto
eléctrico» con Edison: el rico empresario George
Westinghouse. Este contaba ya, desde 1886, con una pequeña red
eléctrica en Massachusetts, basada en la corriente alterna. Pero le faltaba la
clave para distribuir la electricidad a gran escala. El motor de inducción, ya
inventado y patentado por Tesla, era esa clave. Según la leyenda, el empresario
ofreció al inventor un millón de dólares y un porcentaje de los beneficios por
los derechos de todas sus patentes. Los papeles que han llegado hasta hoy
aportan otras cifras: 60.000 dólares por la adquisición de 40 patentes; cinco
mil en metálico y el resto en acciones. Tesla, además, recibiría 2,5 dólares
por cada caballo de potencia generado gracias a la electricidad vendida. Cuando
las cosas adquirieron una escala mayor, este pago resultó inviable. Hubiese
convertido a Tesla en un multimillonario sin precedentes…
Aquellos fueron años intensos, tanto en los laboratorios como en los
incipientes medios de comunicación. Tesla y Edison trataban de convencer a la
opinión pública de las bondades de su sistema y de los peligros del método
rival. Edison no dudó en congregar a periodistas y curiosos para mostrarles los
peligros de la corriente alterna aplicando descargas a
perros y gatos que mandaba recoger de la calle. Filmó incluso la ejecución de un elefante del circo de Coney Island
que había matado a tres hombres. Esto ocurría en 1903. Años atrás, Harold P.
Brown –un ingeniero secretamente financiado por Edison– había inventado la silla eléctrica. Se utilizó por primera vez en
agosto de 1890, y uno de sus objetivos era desacreditar a la corriente alterna
que empleaba...
Precursor del whatsapp
Tesla también fue un mago en utilizar a los medios. Ya célebre, los
periodistas se peleaban por arrancarle una entrevista, siempre generosa en
titulares. «El presente es vuestro –decía–, pero el futuro es mío». O: «A lo
largo del espacio hay energía, y es una mera cuestión de tiempo que los hombres
logren aprovechar esa energía. El científico no busca un resultado inmediato.
No espera que sus ideas avanzadas sean fácilmente aceptadas. Su deber es sentar
las bases para los que vendrán, señalar el camino». Desde este punto de vista, Tesla marcó incluso el camino hacia el SMS, el e-mail y el
whatsapp: «Cualquier persona, en mar o en tierra, con un aparato
sencillo y barato que cabe en un bolsillo, podría recibir noticias de cualquier
parte del mundo o mensajes particulares destinados solo al portador; la Tierra se asemejaría a un inconmensurable cerebro,
capaz de emitir una respuesta desde cualquier punto».
A su vez, los curiosos de la época se agolpaban para ver su demostración
pública del primer dispositivo movido por un mando a distancia: un pequeño
barco que dejó atónitos a cuantos se acercaron al Madison Square Garden.
Volviendo a la «guerra de las corrientes», el equipo de Westinghouse y
Tesla logró hitos en la Feria Internacional de Chicago, en 1893, dedicada al
invento de moda: la electricidad. Para iluminarla, se optó por los generadores
de corriente alterna. La otra gran victoria llegó ese mismo año: el grupo de
expertos que debía decidir qué sistema adoptar para aprovechar el potencial
hidroeléctrico de las cataratas del Niágara otorgó el contrato a Westinghouse,
desechando a otras compañías; entre ellas, la de Edison. Muchos dudaban de que
el sistema cumpliese su objetivo: alimentar la demanda de la creciente
industria de Búfalo. Tesla aseguró que esas cataratas podrían alimentar a todos
los Estados Unidos. Y consiguió que su método se implantara en la mayor
instalación eléctrica construida hasta la fecha. En 1915 se habló de un supuesto premio Nobel compartido por Tesla y Edison.
Se desconoce hasta qué punto el rumor se basaba en hechos reales. El
reconocimiento nunca llegó.
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Fuentes:
Muy Interesante
rtve.es
abc.es
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